Carola y otras yerbas.

Puse la yerba en el vasito marrón, esos que utilizan mucho los abuelos, vasitos de acero inoxidable. Removí la bombillita, mojé la yerba, probé si estaba bien de temperatura y me quedé mirando la espumita que empieza a bordear y uno piensa: el mate es una ritualito que uno hace mecánicamente pero que sin embargo, tiene un tiempo de elaboración que por mas mínimo que sea, tiene sus secretos...
Y que el mate tenga secreto me cautivó.

Hacia mucho tiempo que entre Lila y Carola no circulaba un mate, calentito, con galletitas saladas y el sol tibio en los cachetes. Una vez creí que ellas habían estado ahí, en ese patio lleno de violetas desde que el mundo era mundo. Me refiero al silencio soportable, los ojos cómplices, las sonrisas cálidas, las voces tranquilas....
Yo siempre preferí caminar sola en mis puentes grises, pisando las hojas secas y silvando bajito, tirar un piedra al río, mirar hacia el cielo y saludar a los pilotos soñadores.
Pero Lila y Carola, eran dueñas de algo que yo nunca tendría. La simultaneidad...

Para mi siempre estaba todo en niveles y escalones. Paso a paso: poner el agua a calentar, llenar el vasito de yerba, mover la bombillita, mojar la yerba, probar el agua, mirar la espumita.....