Verano sangrante en La Violeta. Infierno inevitable, maldito roce de las sábanas. El aire ahorcado en las rendijas de las persianas, los grillos de triste cantata y Carola desnuda sobre un viejo colchón.
Alguien vino a decirle buenos días con sonrisa incluida. Era una mujer hermosa, sencilla y natural. Se asomó detrás de la puerta, se recogió el pelo y se recostó a su lado sonriente y feliz. Se enroscó en su brazo y Carola acarició su piel y dudó...dudó de todo y pensó en el día que decidió renunciar a sus recuerdos.
mi amiga, las dos hemos abrazado a esa otra que buscaba el reparo. Sinastría quizás.
ResponderEliminarRenunciar a los recuerdos no siempre es la mejor opción, pero a veces ayuda
ResponderEliminarSaludos!!
Pero la piel puede resucitar recuerdos...
ResponderEliminarLa noche interminable...
ResponderEliminarUn momento, inamovilidad de Carola, vacía de sí, sintetizada en esa ausencia de recuerdos. Es brillante, y también, como hecho y metáfora, que una mujer, su mismo género, se adjunte con ternura, en presente ardiendo y casi con aires de eterno y, a la vez, efímero estar ahora. Debo confesar que me ha sorprendido esa roedores estival de La Violeta. Ver a las dos juntas, en un colchón que también es para olvidar, sinastría que duplica y multiplica, me obliga a guardar silencioso respeto, es casi una epifanía. Besos.
ResponderEliminary como acabaron las dos mujeres?
ResponderEliminarJor
era...ella????
ResponderEliminarojalá no le teman al infierno.
(dos que son una, o al revés, qué más da...)
bésole, amiga del alma*